Dinero, fama y glamur son algunas de las cosas que más aspiramos tener hoy en día pues hemos sido testigos de cómo solo hace falta un vídeo viral para llevarnos ahí y lograr probar, aunque sea solo una migaja de ese pastel tan grande y apetecible que es ser una figura pública; sin embargo, tendemos a olvidar que, dentro de la idealización que tenemos de ese mundo de estrellas, se encuentran historias de verdadero horror por un sinfín de cuestiones. Algo de esto es lo que encontramos en Spencer, la más reciente película del director chileno Pablo Larraín, cineasta que nos ha traído proyectos como Neruda (2016) y Jackie (2016).
Spencer nos cuenta, a manera de fábula, la última navidad que vivió la célebre princesa Diana de Gales —interpretada por Kristen Stewart (Happiest Season)— en Sandringham House junto a toda la familia real. Sandringham House es una casa enorme situada en Norfolk, lugar aledaño a la casa en que la princesa vivió su infancia. Así pues, vemos cómo Diana llega a esta casona con un hastío bastante notable hacia toda la gente que representa la corona y cómo se empecinan en seguir tradiciones de un mundo bastante viejo en un mundo actual bastante más desarrollado, de forma que nos plantean a Spencer como una sola persona en contra de todo un ejército de borregos altaneros que no saben sino seguir las órdenes de la reina y buscar, a cualquier costa, aplastar a quienes no lo hacen.
Además de lo hostil del ambiente, todo se ve potenciado y delimitado por la presencia omnipresente de “la prensa” que te puede encontrar al menor descuido; de forma que tienes que cuidar cómo te vistes, cómo hablas, básicamente quién eres incluso en la intimidad de tu baño pues al ser una figura de la envergadura de Diana, pareciera que no tienes derecho a ser un humano; debes convertirte en algo más, algo “digno” de adorar.
La cinta no teme en tomarse su tiempo para plantearnos la situación por la que está pasando Diana y, aunque en algunos momentos pueda resultar un poco abrumador y confuso es esa también la intención de la película puesto que nos hace entender que, desde el punto de vista de la princesa, la tradición debería analizarse ,modificarse o dejarse de lado por completo, ya que acatar a ciegas las viejas costumbres que impuso gente hace cientos de años no es un buen indicador de progreso. De la mano con esto, la trama se va entremezclando entre escenas tensas de realidad y otras cuantas más oníricas representadas como fantasías o ilusiones que Spencer tenía; lo cual nos señala el momento tan inestable en el que se encontraba su salud mental y cómo esto la llevó también a un momento bajo en su salud física pues somos testigos de sus tendencias a autolesionarse y a la bulimia.
Pese a todo lo lúgubre, también logramos ver momentos de felicidad pura y alegría desbordante en los momentos que Spencer pasa a solas con sus hijos (William y Harry). Son escasas las ocasiones en que los vemos convivir y ser libres pero esas pocas veces nos muestran como Diana valora con todo su corazón la capacidad que tienen aún sus hijos de ser personas normales y no tener que seguir todas las etiquetas que se adjudican y se deben seguir a pie de letra para no “desprestigiar” a la corona; valora que sean niños y que viven su infancia; valora, en realidad, su libertad.
Dicho todo lo anterior, debemos destacar que la película tiene atributos bastante fuertes además de su guion; por ejemplo, sus actuaciones, que están encabezadas por una espléndida Kristen Stewart quien de verdad hace un papel increíble como Diana Spencer. En conjunto con lo anterior, tenemos una dirección sensacional y un manejo musical y de cámara excepcional, dándonos como resultado el trabajo más profundo y personal hasta la fecha de Larraín.
En conclusión, es una lectura sensible y altamente realista, en su contexto fabulesco, de lo que es vivir con depresión, con un trastorno de la autopercepción y con un desorden alimenticio. Es también una película bastante densa, si no sabes la historia de la corona estarás un poco perdido y sí, puede que te hagas varias ideas sobre cosas que están pasando, pero al estar “basada en hechos reales” te puedes quedar con un sabor de boca extraño al sentir que muchas cosas se te van de las manos; no obstante, si te dejas envolver por las convenciones que plantea por sí sola, es probable que estés frente a una obra que te conmueva a las lágrimas porque, a pesar del final un tanto esperanzador que tiene, ya sabemos todos el verdadero desenlace que tuvo la vida de la persona en quien estuvo inspirada esta película, Diana la princesa de Gales, Lady Di o, mejor dicho: Spencer.