El siglo XXI se ha caracterizado por el crecimiento apresurado de la inteligencia artificial, tanto así, que esta ha venido revolucionar la forman en la que nos relacionamos con los otros a través del internet o las redes sociales, así como nuestros intereses, deseos e incluso la manera de consumir, pensar o ver el arte. El siglo de hoy es uno que corre a gran escala y cada día todo se vuelve más mediático, hecho que ha construido una frontera enorme entre las nuevas generaciones que nacieron con la tecnología, y las generaciones que crecieron con otras formas de vida . Este es tan solo uno de los temas que toca el reciente estreno de Netflix: The Mitchells vs The Machines, una cinta animada producida por Sony Pictures Animation.
The Mitchells vs The Machines tiene un argumento muy peculiar, donde se entremezcla una drama familiar de aventura y comedia, con un apocalipsis robot; de manera menos simplificada, la cinta cuenta la historia una familia bastante extraña, compuesta por Katie (la hija mayor), Aaron (el más pequeño), Rick Mitchell ( el padre que se niega a adaptarse a las nuevas tecnologías), Linda Mitchell(la madre protectora, fuerte y mediadora) y Monchi (un perrito pug bastante carismático) que deciden aventurarse a un viaje en carretera para llevar a Katie a su primer día en la universidad, después de que esta tuvo una discusión con su padre; este trayecto en carretera tiene como objetivo remediar las diferencias, y pasar un tiempo en familia antes de la separación de Katie; sin embargo, las cosas no salen como esperaban, pues de un momento a otro, las maquinas, lideradas por Pal (un smartphone), se rebelan contra sus creadores e intentan dominar el mundo, secuestrando a todos los habitantes del planeta ; ahora los únicos capaces de salvar a la humanidad son esta familia tan rara y disfuncional.
Al leer la premisa por primera vez puede parecer que hay una gran cantidad de elementos en la narrativa que no tienen relación, pero esto no es accidental, por el contrario, la propia película en sí misma es un ajetreo de géneros (comedia, ciencia ficción, drama, acción etc.) que se entretejen sobre una animación saturada de colores, movimiento en 3D y 2D que se asimila a las sociedades contemporáneas donde todo acontece de manera tan simultanea y vertiginosa. De la misma forma, la cinta no plantea situaciones completamente lógicas o coherentes, sino que se basa en un estilo exagerado y alocado que construyen la comedia.
En este punto habrá que aclarar que no todo mundo puede ser afín a este tipo de humor irreverente, pues siempre raya en lo absurdo de las situaciones más cotidianas, como el pequeño Aaron tratando de socializar con la niña que le gusta; o Rick Mitchell intentando utilizar un computador, hasta acontecimientos más surrealistas como la pelea con un Furby Gigante, o el perrito Monchi confundiendo a una gran cantidad de robots por su anatomía (¿Es perro, cerdo o pan?); pese a esto, los chistes usan a su favor la capacidad de ser entretenidos tanto para niños como para adultos, apelando a un público más familiar, sin dejar el lado los temas más emotivos.
Probablemente el drama familiar sea uno de los puntos más fuertes de la cinta, más allá de la comedia o las escenas de acción; la película sabe hablarle a cada uno de los miembros de la familia, tomando como idea principal las diferencias generacionales que siempre se suscitan en el hogar, donde los sueños de los hijos(as) no son de agrado de los padres, así como, las preocupaciones de los padres pasan inadvertidas en los hijos, como es el caso de la relación entre Katie que quiere estudiar cine, y su padre que no logra comprenderla, y al mismo tiempo no quiere verla sufrir por un probable fracaso. Mientras Katie es egoísta, Rick se niega a escuchar lo que su hija tiene que decir.
La historia, tampoco se cansa de repetirnos la importancia que tienen las diferencias en los seres humanos , pues los Mitchell son una familia que se presenta desde el inicio como “los raros”, pero son estas rarezas lo que hace a los personajes especiales y únicos. Un mensaje bastante pertinente para el contexto actual, donde la visibilidad de las diferencias se ha vuelto primordial, sin contar que tenemos pequeños atisbos que nos permiten encontrar una crítica hacía las redes sociales como Instagram, donde solemos aspirar a vidas perfectas; pues el largometraje también plantea la importancia de aceptar y saber convivir con nuestros defectos, y los de los demás.
En cuanto a la animación y el departamento de arte, no hay mucho que cuestionar, simplemente es excelente. Como ya había señalado, The Mitchells vs The Machines, es todo un viaje psicodélico de colores brillantes, y diferentes estilos de animación que nos recuerdan a Spider-Man: Into the Spider Verse y que nos genera cierto placer visual.
Por otro lado, siempre es un detalle que se agradece la caracterización de cada uno de los personajes por medio del color. Katie, nuestra protagonista, usa colores rojos que nos permiten visualizar esa personalidad valiente, atrevida y apasionada; el azul en Aaron nos hace pensar en la inocencia, y la estabilidad; en Linda predominan los morados y rosas que definen su personalidad cariñosa, sabia y maternal; por último, Rick utiliza una chaqueta entre amarilla y naranja que van a adeptos a esa personalidad optimista. En general, tanto el aspecto visual como narrativo hace énfasis en las discrepancias que guardan cada uno de los miembros entre sí, para demostrar como son especiales a su manera, hasta Monchi es una mascota inusual.
Si tuviéramos que señalar algún defecto, probablemente serían las situaciones tan convenientes que ligan cada uno de los actos, y llevan a los Mitchell de forma irrevocable a triunfar; no obstante esto tampoco se sale de las leyes de la historia, teniendo en cuenta que la narrativa constantemente se permite ser ilógica, y desenfadada.
Finalmente, The Mitchells vs The Machines es un largometraje entretenido con personajes memorables y divertidos que, aunque no sean los principales, nunca quedan al margen, además de un mensaje para cada integrante de la familia donde destaca la empatía, la unión, y la aceptación, mientras cuestiona nuestra dependencia hacia los dispositivos electrónicos, pero sin satanizarlos, sino, únicamente entablando el uso responsable de estos. Sin duda una cinta que lxs niñxs y sus familias no deberían perderse.