Honey Boy (2019) — La historia de Shia LaBeouf.

Shia LaBeouf, una personalidad infame dentro el mundo de Hollywood, reconocido desde niño por su papel de Louis Stevens en la serie Even Stevens (Mano a Mano en Latinoamérica) y por ser Sam Witwicky en las primeras películas de la saga Transformers de Michael Bay, nos trajo en el 2019 una película escrita por él mismo, basado en sus experiencias con su padre, un veterano de Vietnam con una personalidad explosiva e inadecuada: Honey boy.

Honey boy, surge de una tarea de terapia que LaBeouf realizó en su última estancia en un centro de rehabilitación donde fue diagnosticado con Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT). En esta, a partir de un ejercicio de exposición imaginaria, tiene que recordar todos aquellos acontecimientos que él cree, son activadores de las conductas que tiene hoy en día.

Dentro de la película, el personaje principal se llama Otis, y lo podemos ver en dos tiempos distintos: uno en 1995, cuando tenía 12 años, convivía con su padre, y era estrella de una serie familiar — basada en la ya comentada Mano a Mano— por otro lado, está el Otis de 2005, el cual ya se caracteriza por su mal humor y sus vicios, además de que se encuentra en un set que bien podría ser el de Transformers. Al finalizar, en su auto a una velocidad excesiva y lleno de alcohol, la policía lo detiene y él pelea con ellos: así termina por tercera vez en un centro de rehabilitación y es como inicia la historia.

Honey boy comprime más de 20 años de historia en dos años únicamente, haciendo que las historias de todos esos años se concentren en una mínima cantidad de tiempo. Esto hace que la película no deje de darte información y experimentes todas esas interacciones y vivencias que el guionista, LaBeouf, sufrió cuando niño.

Lo más interesante de esta propuesta, es el hecho de que Shia Labeouf también participa en ella como un actor…. realizando el papel de su papá. Es algo incluso incómodo, pero las interpretaciones que realiza pueden ser una de las mejores en toda su carrera, pues se nota la catarsis que genera al encarnar a su propio padre, aquél que abusó incontables veces de él. Y aun así, entregando una versión más empática de él, dándole pequeñas subtramas al presentarlo como un monstruo, sino como alguien igual de herido como él mismo.

Contar sobre el padre de Otis sería caer en materia de spoilers, y no sería bueno llegar a eso, pero podemos enlistar de manera general una serie de situaciones que se llegan a dar a lo largo del filme: drogas y sexualidad a temprana edad, abuso físico y verbal, negligencia parental, etc. Cada una de estas aportando en diferente medida a la conducta del Otis del presente.

Es importante conocer el contexto de esta película y las situaciones en las que se dio para poder verla con un mayor interés, de otra forma, incluso podría ser algo aburrida puesto que no cuenta realmente con una estructura narrativa convencional, aunque sí cuenta con la clásica introducción, desarrollo y conclusión, la manera de desarrollo es más de un tipo episódico que secuencial. Es decir, es una serie de recuerdos que cumplen el propósito de explicar la vida de Otis, pero no están conectados, ni van uno tras otro.

Pero fuera de estos detalles, Honey Boy es fidedigna. Y eso se debe en completa medida a la capacidad que tienen cada uno de los actores para expresar los sentimientos que se necesitan: la ira, el dolor, el llanto; incluso logra transmitir la desesperanza del joven Otis — interpretado por Noah Jupe — en esas pláticas o fantasías que él genera hablando con su papá y sientes lo que él siente. Por otro lado, aunque no sale mucho en la película, el Otis del presente — Lucas Hedges — tiene un lenguaje no verbal que emula bastante al de Shia Labeouf en sus películas y entrevistas, también la manera de hablar, la entonación, la constante furia entre palabras son rescatadas en su interpretación.

Honey boy es una película catártica, de salud mental y conciliación, abrumadora, reflexiva y sobre todo real. Y si bien no todos podrían disfrutarla por lo previamente descrito, en realidad es algo, por lo menos, interesante de experimentar.

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