The Stranger (1946) dirigida por Orson Welles.

El clásico juego del gato y el ratón narrado de una manera elegante y sublime.

No cabe duda que Estados Unidos nos ha dado grandes cineastas como los son: Stanley Kubrick, Woody Allen, Steven Spielberg y un amplio etcétera de entre los cuales hay que destacar mucho al señor Orson Welles (1915 – 1985), actor, director y guionista que en sus cerca de treinta películas logra plasmar historias conmovedoras, llenas de intriga, misterio y personajes complejos con los cuales logramos empatizar.

Dentro de su filmografía encontramos The Stranger, película de 1946 que nos cuenta una historia detectivesca peculiar, situada en los Estados Unidos de los años póstumos a la Segunda Guerra Mundial. La cinta nos muestra la travesía de Mr. Wilson—interpretado por Edward G. Robinson—, un agente de la Comisión de Crímenes de Guerra, en su búsqueda de Franz Kindler —encarnado por el mismo Orson Welles—, uno de los cerebros de los campos de exterminio nazis que ha conseguido desaparecer sin dejar rastro.

Siguiendo una pista, el agente Wilson viaja encubierto hasta Harper, Connecticut, donde se vuelve amigo del Juez Adam Longstreet, su hija Mary y su yerno Charles quienes le podrían ayudar a encontrar información importante sobre el criminal.

Tras una serie de sucesos descubrimos dónde está realmente Franz Kindler, que al sentirse presionado por la investigación de Mr. Wilson se ve orillado a tomar medidas drásticas, llevándonos así a una lucha de intelectos donde cada paso que se toma será decisivo y más de una vida estará en peligro.

Lo cierto es que The Stranger es una película espectacularmente actuada y dirigida, además de estar repleta de grandes escenas y diálogos.  Loretta Young en el papel de Mary, la hija del Juez Longstreet, nos entrega una actuación digna de aplaudirse, pues refleja a la perfección la lucha interna entre lo que uno quiere y lo que es correcto; igual Orson Welles que como antagonista hace una gran interpretación, es absolutamente creíble, y Edward G. Robinson no se queda atrás y es que es él, como representación de la justicia, quien nos deleita con líneas inteligentes y audaces de entre las cuales se encuentra “Comete un crimen y el mundo se volverá cristal. Comete un crimen y es como si la nieve cubriera el suelo, revelará en los bosques las huellas de cada perdiz, de cada zorro, ardilla y topo. No se puede retirar lo dicho, no se pueden borrar las pisadas, no se puede recoger la escalera sin dejar prueba o indicio.”, diálogo que si bien en el filme es una cita, lo declama de manera estupenda, inmejorable, convirtiéndose en la línea por la cual logramos entender de manera más clara el argumento central de la película: la justicia siempre prevalece.

Sin duda alguna, un proyecto imperdible para todos aquellos amantes de las películas de detectives y también para aquellos que no lo son tanto, y es que esta podría ser la película que los introduzca y arraigue a ese basto mundo.

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