Les demoiselles ont eu 25 ans (1993) dirigida por Agnès Varda

A inicios de este año escribí sobre la grandiosa Les Demoiselles de Rochefort, cinta de 1967 dirigida por Jacques Demy, donde dos jóvenes sueñan con un futuro brillante como artistas, pero antes de su partida terminan por enamorarse cada una de su chico ideal. La cinta pasó a consagrarse mundialmente como la gran representante de la cultura franca, con su ya característico jazz, con colores brillantes e intensos, un estilo inspirado por los grandes de Hollywood y filmada dentro del pueblo de Rochefort conocido por su muy definido estilo francés. Durante el vigésimo quinto aniversario de la cinta, el pueblo de Rochefort decide armar un gran festival dedicado a la película, grandes figuras involucradas en la producción son invitadas, entre ellas, la cineasta Agnès Varda, quien rememora, en compañía de la gente del pueblo y otros participantes de la cinta el significado del filme.

Sin duda, para Rochefort, una cinta tan grande como lo es Les Demoiselles de Rochefort no puede pasar desapercibida donde cada detalle es reconocido, como la plaza de las gemelas o la calle del asesinato. La gente del pueblo la recuerda con bastante cariño pues en ese entonces,Rochefort, después de la decadencia, vio un renacer en el filme cada uno de los detalles del pequeño pueblo, con sus antiguos edificios, y sus calles que nunca han dejado de estar llenas de marineros.

Cine sobre cine, eso es lo que Les demoiselles ont eu 25 ans es, al igual que filmes como Tokyo-Ga de Wim Wenders, un análisis sobre la gran importancia del trabajo cinematográfico, capaz de cambiar la situación económica de un poblado o cambiar el estilo de vida de cientos de individuos, por ejemplo, de una joven dama que siempre carga el VHS de Les demoiselles de Rochefort o un joven educador que decidió mudarse al lugar gracias a la cinta.

El filme posee las principales rasgos que caracterizan al trabajo de Varda, quien mezcla fotografías estáticas con material en movimiento con gran facilidad, y al igual que hizo en Clèo de 5 á 7 o Les glaneurs et la glaneuse, encuentra belleza en el material que no terminó como ella originalmente lo concibió, en esta ocasión, por medio de cintas que quedaron mudas.

La cinta también regresa al material que Varda filmo durante el 66 en los cuatro meses de producción sobre la cinta, donde Demy busca representar un sentimiento, la felicidad, el gozo de vivir, y la belleza presente en cada uno de los momentos de la vida. Rodeado de grandes estrellas como Catherine Deneuve, con quien trabajo en Les Parapluies de Cherbourg, o George Chakiris quien apareció en West Side Story, hasta el ídolo de Demy, Gene Kelly, reconocido por los grandes musicales Hollywoodenses que inspiraron a Demy.

No cabe duda de que la cinta es exitosa en sus intenciones, pero de igual modo, como Varda recuerda con nostalgia, también era un momento de felicidad para ella, pues detrás de cámaras, disfrutaba de retratar en extreme close-ups, los rostros de las grandes figuras, perseguir a los pobladores de la ciudad y más que nada contemplar a su amado Demy, por medio de adorables imágenes y narraciones en las que menciona todos esos pequeños acontecimientos que solo ella podría poner en palabras; es aquí cuando Varda analiza la importancia del trabajo del documentalista, quien es capaz de llevar a las personas a otro momento, y quizás a quien estuviera detrás de la cámara a un suceso que jamás volverá y si no fuera por las imágenes, como Deneuve asegura, sería deformado por la memoria.

Les demoiselles ont eu 25 ans es una cinta cuidadosamente confeccionada donde Agnès Varda recuerda a su musa, Jacques Demy y todo lo que significo su trabajo más conocido para ella y cientos de personas que conocen la cinta. Les demoiselles de Rochefort no nos dejará pronto, está presente en obras recientes como La La Land de Damien Chazelle o en el otro hemisferio en la música de artistas como Joe Hisaishi (El increíble castillo vagabundo). Ambas cintas – Les demoiselles de Rochefort y Les demoiselles ont eu 25 ans – complementándose una a la otra y que nos recuerdan lo efímera, venerable y hermosa que es la vida.

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